16/1/13

Aranda: el fútbol como vía de escape


Carlos Reina Aranda, conocido por todos como Aranda y fácil de distinguir por su 'peinado'. A los ojos de la mayoría, un jugador más, uno de tantos que pasan por nuestra primera división, sin hacer demasiado ruido. De los que en futuro hablaremos como "un jugador normalito" y que incluso algunos ni recordarán. Es probable, incluso comprensible, que por méritos puramente futbolísticos, muchos olviden su nombre con el paso de los años. En cambio, su historia, no encaja dentro de esa normalidad.

Por todos son conocidas las historias -más o menos duras- que narran la infancia de aquellos que hoy en día ocupan los escalones más altos en la esfera mediática del fútbol. Véase los casos de Ibrahimovic, Balotelli o Cristiano, de quienes fácilmente podemos encontrar reportajes que tratan de acercarnos a su pasado antes de convertirse en estrellas. Sin embargo, la de Aranda, es una historia peculiar.

Criado en la barriada malagueña de El Palo, Aranda (27 de julio de 1980) encontró en el balón ese compañero con el que evadirse del difícil entorno que le rodeaba. Según él mismo contó hace años en unas declaraciones para El País, su padre abandonó a su familia cuando el apenas era un crío y su madre Nina, que había tenido problemas con las drogas, falleció a causa de un cáncer. Esto provocó que el pequeño Aranda creciera bajo la tutela de sus abuelos, y con la siempre atenta mirada de sus tíos maternos hacia él, a quienes reconoce el mérito de haber conducido su vida hacia el fútbol.

Las palabras del propio Aranda nos hacen darnos cuenta de la dimensión que el fútbol alcanzó en su infancia: "nunca pedí dinero a nadie, iba a pescar pulpos para vendérselos luego a los restaurantes". Todo lo hacía, dice el malagueño, "para comprarme unas botas y un balón". Sin embargo, el pequeño Aranda creció, y, con la adolescencia, sus intereses cambiaron. "Robé una moto para [vendiéndola] comprar unas gafas surferas para mi novia. Un amigo le hizo el puente y, cuando iba a arrancarla, llegó la policía. Mi primer robo y... pillado. Mi compinche estaba a mi lado, pero asumí solo lo ocurrido. No le delaté".

Por si todo lo anteriormente contado sobre su vida era poco, a ello hay que sumarle algo más. En un encuentro con sus amigos de la infancia, Aranda presenció cómo uno de ellos mató a navajazos a otro chico del grupo. "Era un gafe que siempre iba de cuchillo por ahí. Se mosqueó porque mi amigo le separó de una pelea y lo pagó con él. Yo estaba allí cuando mató a mi compañero. Está en la cárcel. Pero, como era menor, en cinco años saldrá otra vez. La mayoría de mis amigos acabó en la prisión".

Pero a Aranda, la suerte le debía una, y tuvo la fortuna de encontrar en el fútbol una vía de escape a todos esos problemas. Tras finalizar un partido con su club, El Palo, Aranda tuvo un encuentro con un desconocido que cambiaría el rumbo de su vida. Aquel desconocido resultó ser Vicente del Bosque, por aquel entonces director general de la cantera del Real Madrid.

Aranda hablaba de Vicente con emoción, en un tono agradecido: "Aguantó mucho mis travesuras. Yo era un bala perdida en una ciudad grande y quería volver a mi playa. No cumplía las ordenes. Pero echaba a otros jugadores, no a mí". Y es que Vicente tomó la decisión de dejarle seguir en la cantera blanca, algo que recordaba orgulloso: "Me enteré después de que había robado una moto, pero decidí mantenerle en la cantera del Madrid porque, si le hubiéramos echado, quizá habría sido un delincuente". Parece ser que, para Del Bosque, Aranda no era uno más: "Ganamos a un gran futbolista y salvamos a una persona maravillosa. La cantera madridista no es sólo para los chicos rubios y guapos. Era muy travieso. Le dejé bien claro que el Madrid no es una fabrica de vagos. Como huía de la escuela, le pusimos un profesor particular en la Ciudad Deportiva".

Y parece que el delantero malagueño supo responder con acierto a esa atención recibida, llegando a disputar cerca de 130 partidos con la camiseta blanca en todas las categorías, en los que logró anotar 66 goles. Tal fue su impacto inicial que llegó incluso a gozar de algunos minutos en Champions con el Real Madrid en 1999 y 2001, frente al Molde noruego y al Lokomotiv de Moscú respectivamente.

Actualmente, Aranda es noticia por la tensión que ha generado en Zaragoza su decisión de abandonar el club. El jugador parece tenerlo claro, quiere jugar en Granada, para poder así estar cerca de su familia, debido a la reciente pérdida de su abuela. Hay ocasiones en las que el contexto resulta determinante en la toma de decisiones y ésta es una de ellas.

Aranda no será recordado por ser de esos jugadores que ocupan cada semana las portadas de los medios. Es más que probable que ni tan siquiera los aficionados de algunos de los equipos para los que ha jugado a lo largo de su carrera guarden de él un recuerdo especial en lo que al aspecto puramente futbolístico se refiere. Sin embargo, en Soria sí dejó huella.

Para terminar esta entrada, me gustaría dejar algunos resúmenes de partidos que Aranda disputó con el Numancia en nuestra última temporada en Primera División (2008/2009), en la que el delantero anotó seis goles en 20 encuentros, y que le llevó a firmar por Osasuna, dejando en las arcas numantinas 1,2 millones de euros aproximadamente. En su comunicado de despedida queda reflejado el cariño mutuo entre el jugador y la afición rojilla.











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